¿DÓNDE BUSCAREMOS LA FELICIDAD?
¿Está diseñado nuestro cerebro para la felicidad? Seguramente no, como sugieren algunos especialistas en neurociencia, pues el cerebro ha sido diseñado para muchas funciones y la felicidad no es una función. Podríamos entender la naturaleza de la felicidad de dos modos básicos: como resultado, que es la visión habitual y por tanto siempre algo inalcanzable de una manera completa y permanente; y como origen, si se abrigara en una capacidad, nuestra capacidad de ser felices (y no de lograr de una vez por todas la felicidad).
LA FILOSOFÍA COMO TERAPIA DEL ALMA
Las escuelas filosóficas helenísticas de Grecia y Roma –epicúreos, escépticos y estoicos- concibieron la filosofía como un medio para afrontar las dificultades de la vida humana, viendo al filósofo como un médico compasivo cuyas artes podían curar o aliviar muchos de los sufrimientos humanos. De hecho, el uso de la analogía médica y del lenguaje de la enfermedad y la curación aplicado a la disciplina filosófica estaba muy extendido en la Antigüedad, una analogía que surge de la comparación de los instructores morales con los médicos, de tal modo que, al igual que la medicina trata el cuerpo, la filosofía trata el alma.
LA TERAPIA FILOSÓFICA COMO CUIDADO DE SÍ
Ocuparse de uno mismo es un tema muy antiguo en la cultura griega[1], una conminación que encontramos en muchas doctrinas filosóficas: Apuleyo, Epicuro, Marco Aurelio, Séneca…, siendo en Epicteto donde se señala, sin duda, la más alta elaboración filosófica de este tema, al definir, en las Conversaciones, al ser humano como el ser que ha sido confiado al cuidado de sí[2]. El cuidado de sí, para Epicteto, es un privilegio-deber, un don-obligación que nos asegura la libertad[3], de modo que aprender a vivir es una invitación a transformar la existencia en un ejercicio permanente[4].