EL PODER TRANSFORMADOR DE LA FILOSOFÍA
“[La filosofía] es imprescindible que sea la ciencia teórica de los primeros principios y las primeras causas. Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración (...) Si los primeros filósofos filosofaron para liberarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad” (ARISTÓTELES, Metafísica, I.2.)1
EL ARTE DEL DIÁLOGO: una herencia vulnerable
Si hay algo que caracteriza a los seres humanos es su capacidad para el lenguaje articulado. Somos seres constitutivamente hablantes, capaces de expresar de forma abstracta nuestras vivencias. Esta necesidad de la palabra opera tanto para relacionarnos con otras personas como hacia nosotros mismos. Tanto es así que Platón llegó a definir la filosofía como “un diálogo silencioso del alma consigo misma”. Pero, ¿realmente sabemos dialogar con nosotros mismos? ¿Sabemos dialogar con los demás? Es más, ¿sabemos en qué consiste el arte de dialogar?
LA FILOSOFÍA COMO TERAPIA DEL ALMA
Las escuelas filosóficas helenísticas de Grecia y Roma –epicúreos, escépticos y estoicos- concibieron la filosofía como un medio para afrontar las dificultades de la vida humana, viendo al filósofo como un médico compasivo cuyas artes podían curar o aliviar muchos de los sufrimientos humanos. De hecho, el uso de la analogía médica y del lenguaje de la enfermedad y la curación aplicado a la disciplina filosófica estaba muy extendido en la Antigüedad, una analogía que surge de la comparación de los instructores morales con los médicos, de tal modo que, al igual que la medicina trata el cuerpo, la filosofía trata el alma.