EL SILENCIO COMO EXPERIENCIA HUMANA
Después de tantas palabras gastadas, que han perdido su fuente y su energía, emerge el silencio. Todavía no ha sido maltratada su voz. Todavía resuena en nosotros. Una necesidad que hoy sentimos. Una carencia que evoca una abundancia de la que no nos hemos separado todavía. Esperemos que la mercadotecnia no lo detecte. Antes de que esto suceda, aquí estamos nosotros, criaturas que anhelamos silencio.
¿QUIÉN SOY YO? Meditación sobre mi verdadera naturaleza.
Este texto te invita a meditar sobre ti mismo y la realidad que te rodea. Es una invitación a iniciar una aventura que no puede empezar si no por la propia experiencia.
EL PODER TRANSFORMADOR DE LA FILOSOFÍA
“[La filosofía] es imprescindible que sea la ciencia teórica de los primeros principios y las primeras causas. Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración (...) Si los primeros filósofos filosofaron para liberarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad” (ARISTÓTELES, Metafísica, I.2.)1
LA FILOSOFÍA COMO TERAPIA DEL ALMA
Las escuelas filosóficas helenísticas de Grecia y Roma –epicúreos, escépticos y estoicos- concibieron la filosofía como un medio para afrontar las dificultades de la vida humana, viendo al filósofo como un médico compasivo cuyas artes podían curar o aliviar muchos de los sufrimientos humanos. De hecho, el uso de la analogía médica y del lenguaje de la enfermedad y la curación aplicado a la disciplina filosófica estaba muy extendido en la Antigüedad, una analogía que surge de la comparación de los instructores morales con los médicos, de tal modo que, al igual que la medicina trata el cuerpo, la filosofía trata el alma.
LA TERAPIA FILOSÓFICA COMO CUIDADO DE SÍ
Ocuparse de uno mismo es un tema muy antiguo en la cultura griega[1], una conminación que encontramos en muchas doctrinas filosóficas: Apuleyo, Epicuro, Marco Aurelio, Séneca…, siendo en Epicteto donde se señala, sin duda, la más alta elaboración filosófica de este tema, al definir, en las Conversaciones, al ser humano como el ser que ha sido confiado al cuidado de sí[2]. El cuidado de sí, para Epicteto, es un privilegio-deber, un don-obligación que nos asegura la libertad[3], de modo que aprender a vivir es una invitación a transformar la existencia en un ejercicio permanente[4].